sábado, 16 de junio de 2007

Mirando el horizonte


El horizonte lineal del río gigante aburrido, monótono, quebrado solo por los mástiles del Calpean hundido en sus entrañas y el perfil de un barco distante - vaya uno a saber a que puerto rumbea - bajo unas cuantas gaviotas ciudadanas que sobrevuelan mi cabeza, y mirando como otras flotan como corchos blancos junto a la boca del caño colector que antes les suministraba la mierda
a los peces, que serán su alimento.
Imperturbables, su siesta de vaivén desafía las olas permanentes que las mecen. Panza llena, flotar contento.


Preparo la caña, pongo carnada, miro el agua, pienso y me da asco, pero mas que a pescar, vengo a pensar.

A mis pies hormigas simples, también porteñas, acostumbradas al hormigón y al salitre, llevan febrilmente su carga cotidiana, por los rumbos que conducen al palacio donde su culona reina espera. Todas conductas genéticamente definidas que se cumplen eternamente. Van pasando entre mis zapatos mojados gigantescos, como por un desfiladero húmedo entre montañas de cuero, van y vienen y vienen y van y van y vienen y no se cansan nunca las cabronas.

Dicen que después de las atómicas y las neutrónicas y las que inventen
luego, probablemente quedaran ellas y sus primas cucarachas, y quizás
algún primo cascarudo haciendo los mismos trayectos imbéciles sobre los
huesos de mi especie.


No me agrada mucho el vaticinio pero, como vamos, no lo dudo.

Benedetti decía: "No queremos guerra sin postguerra."

¡Que grande!. Cortita y al pie.

Pero me temo que vamos a tener las guerras que quieran ellos, ya que nosotros ni pinchamos ni cortamos. Estamos solo para proveer materia prima y mano de obra barata.

Hoy parece que quieren picar. Dejeme prestar atención.
Mañana la seguimos.

Cuidesé, vecino.

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